“Jehová dijo a Moisés: —Anda, vete de aquí, tú y el pueblo que sacaste de la tierra de Egipto, a la tierra de la cual juré a Abraham, Isaac y Jacob diciendo: “A tu descendencia la daré.” 2 Yo enviaré delante de ti el ángel, y echaré fuera al cananeo, al amorreo, al heteo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo. 3 Subirás a la tierra que fluye leche y miel, pero yo no subiré contigo, no sea que te destruya en el camino, pues eres un pueblo muy terco.” Éxodos 33:1-3
Sabemos que Dios está en todas partes. No hay ninguna parte del universo que pueda escapar Su mirada. ¿Cómo lo hace? Yo no sé. Es un misterio que nos tomaría una eternidad entender. Mas, Su presencia manifestada es algo completamente diferente. La presencia manifestada de Dios no es prometida ni garantizada. La Biblia describe dicha presencia como la Gloria Shekinah de Dios.
Dios hizo grandes señales y prodigios para sacar a los Israelitas de Egipto. Mas vemos en estos versos que Dios promete cumplir con su Palabra a pesar de la terqueza de los Israelitas. Dios promete darles la tierra prometida y les promete también mandar a su ángel delante de ellos para garantizar victoria, pero El establece claramente que no estará con ellos. En otras palabras, Su presencia estará con ellos, mas no su gloria (Su presencia manifestada).
La terqueza es prima hermana del orgullo; una persona terca es una persona que no escucha, que no respeta y que no obedece. Queridos hermanos, tenemos que confrontar nuestra terqueza ya que podemos ver en estos versos que no hay espacio para la terqueza y la gloria de Dios en un mismo lugar.
Para cualquier otra persona esto sería más que suficiente, después de todo, Dios prometió darles la tierra prometida, mas no para Moisés. Moisés sabía que había mucho más, Moisés tenía una relación con Dios y Moisés amaba al pueblo de Israel. Ese amor por Dios y por el pueblo lo llevó a interceder eficazmente. En Éxodos 33:12-18 vemos la fabulosa intercesión de Moisés y el resultado de la misma:
“12 Dijo Moisés a Jehová:
—Mira, tú me dices: “Saca a este pueblo”, pero no me has indicado a quién enviarás conmigo. Sin embargo, tú dices: “Yo te he conocido por tu nombre y has hallado también gracia a mis ojos.” 13 Pues bien, si he hallado gracia a tus ojos, te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca y halle gracia a tus ojos; y mira que esta gente es tu pueblo.
14 Jehová le dijo:
—Mi presencia te acompañará y te daré descanso.
15 Moisés respondió:
—Si tu presencia no ha de acompañarnos, no nos saques de aquí. 16 Pues ¿en qué se conocerá aquí que he hallado gracia a tus ojos, yo y tu pueblo, sino en que tú andas con nosotros, y que yo y tu pueblo hemos sido apartados de entre todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra?
17 —También haré esto que has dicho, por cuanto has hallado gracia a mis ojos y te he conocido por tu nombre —respondió Jehová a Moisés.
18 Entonces dijo Moisés:
—Te ruego que me muestres tu gloria.”
La Gloria de Dios es nuestra única esperanza, Su gloriosa presencia nos traerá poder, paz, gozo, prosperidad de alma y victoria. La presencia manifestada de Dios es lo que produce avivamientos; es lo que resucita a los muertos, lo que revive nuestras almas, lo que reactiva nuestros sueños, lo que produce milagros, señales, prodigios, lo que restaura, prepara y lanza para la gloria de Dios y para el servicio de Su pueblo. Es su presencia manifestada lo que atrae multitudes de alrededor del mundo. Lamentablemente hoy día nuestra terqueza nos hace insistir en el pecado, en nuestras formas de hacer las cosas y en las formas del mundo.
Dios va a derramar un gran avivamiento, de eso no hay duda. La pregunta es: ¿Seremos parte del mismo o no? Todo depende de nuestros corazones, todo depende de cuanta hambre y sed tenemos de Dios. Esta es una hora muy especial en la Iglesia y el enfoque debe ser el orar por un acrecentamiento de hambre y sed por Dios. Repitamos esta oración a través del mundo:
“Oh Padre, muéstrame tu gloria para que pueda morir a mi mismos y para que pueda revivir en ti. Crece en mi, Santo Rey, y ayúdame a decrecer. Perdona mis terquezas y mis pecados y crea en mi un corazón puro y humilde. Haz del primer mandamiento una realidad en mi corazón. Aviva mi alma y úsame para tu gloría y para la expansión de tu reino…En el nombre de Jesús…Amén.
Si este artículo ha hablado a su espíritu, por favor deje un mensaje. Si prefiere enviarle un mensaje personal al Pastor Ángel Casiano escríbanos a angelcasiano@aol.com Preparémonos juntos para recibir la Gloria de Dios, es la única esperanza del mundo. ¡Qué Dios te bendiga!
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