¿Será Dios más poderoso que nuestro dolor? Sí, lo es. ¿Es capaz Dios de hacerlo todo? Sin lugar a dudas. Mas es importante establecer que, ninguna de estas realidades Bíblicas, puede minimizar circunstancias dolorosas tales como, la perdida de un ser querido, esposa, esposo, hijos, nuestros padres, nuestros amigos, etc.
Queridos hermanos, no es una violación de la fe, el aceptar que estamos dolidos por algo. Añado, y esto es más bien para los predicadores, dejen de burlarse de las lágrimas de nuestros hermanos y hermanas en Cristo.
La Biblia nos dice en Juan 11:35, Y lloró Jesús. Aún cuando Jesús sabía que iba a resucitar a Lázaro, lloró de todas formas. ¿Por qué? Porque Jesús nuestros Señor se identifica con el dolor de la gente. ¿Acaso no nos dice la Palabra que Dios no rechazará un corazón contrito y humillado? (Salmo 51)
Hay algunos maestros que interpretan este verso de Juan 11:35, diciendo que Cristo lloró por la falta de fe de la gente. Si hubiese sido por eso, Cristo se la hubiese pasado llorando durante el tiempo que estuvo en esta tierra. Hubiese llorado por sus propios hermanos que no creían que El era el Cristo. Hubiese llorado tantas veces por la incredulidad de sus discípulos, por la negación de Pedro y por la traición de Judas. Estos son ejemplos más dramáticos.
La realidad es que vivimos en unos tiempos en donde la Iglesia no sabe que hacer con los que sufren en sus propias congregaciones. Estos es, en parte porque se han dejado influenciar por dos doctrines muy comunes, hoy en día.
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Los que se enfocan en tener cosas materiales (El famoso y demoniaco evangelio de la prosperidad.) Todo se arregla con tener y, si no tienes, es porque te falta fe.
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Los que se enfocan en hacer. Estos establecen su llamado como lo más importante de sus vidas. Todo se arregla con hacer, hay que seguir fuerte en nuestros ministerios sin titubear. No hay tiempo para sentir dolor, ni tiempo para identificarse con el dolor de otros.
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