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Mientras más pasa el tiempo, más extraño a mi querida isla de Puerto Rico. Me pregunto si algún día Dios me retornará a esas tierras. Mi querido barrio Arenas lo recuerdo siempre con mucho cariño. El caminar libremente por los montes, comer quenepas en el verano, jugar pelota y baloncesto todas las tardes con mis amigos; experiencias inolvidables.

Mientras más pasa el tiempo más cuenta me dio de que Dios tiene el control de nuestras vidas. La vida, ciertamente la vida no ha sido fácil, ni para mi, ni para muchos. La vida es dura y llena de experiencias desagradables y muy dolorosas. A mi me tocó perder a mi esposa Ileana cuando ya habíamos cumplido más de 17 años de matrimonio.

Errores, pecados, malas decisiones son una parte integral de mi historia. Dejé a Puerto Rico el 8 de Julio del 1991, ya casi 24 años atrás. Tan pronto me gradué de la Universidad Interamericana de San Germán Puerto Rico me dirigí a la ciudad de Jacknsoville Florida. Allí nacieron todos mis hijos y allí nací yo de nuevo. El 26 de Abril del 1997 Cristo salvó mi vida.

Mis errores y pecados no pararon después de convertirme en Cristiano, la muerte de Ileana estuvo a punto de destruirme. Después de Ileana me casé nuevamente, lo que se convirtió en una, sino la peor decisión, en toda mi vida. Estoy marcado con las cicatrices del divorcio. Mas Dios, en su inmensa fidelidad, restauró mi vida, me salvó de todas mis aflicciones y me regaló a mi querida esposa Rayette.

Hoy día en Alaska vivo, alejado de mi barrio, alejado de mi gente, de mi cultura, de mis amigos de la infancia, de la preciosura de los montes, de la aguas tibias de las playas de mi isla, de la brisa fresca, del hay bendito, de las canciones del coquí, de sus navidades, de la música jíbara y de tantas otra joyas que hoy adornan mis recuerdos.

Mas no soy el Capitán de mi alma, soy esclavo de un Dios que ha sido paciente, severo y fiel conmigo. Mi vida no me pertenece. En estas tierras frías de Fairbanks Alaska se convierten en mi hogar. Todas las navidades son blancas, la ciudad entera se viste de blanco por la mitad del año.

Esta ciudad es fría, la más fría de todas las ciudades en los Estados Unidos. Aquí escribo, aquí predico, aquí enseño y aquí trabajo. La belleza de Alaska es sin igual; es una belleza distinta, muy distinta a la hermosura de Puerto Rico. Aquí he visto la fidelidad de Dios de cara a cara. Un lugar en donde soy completamente extraño, un lugar en donde no hay un familiar o amigo listo para ayudarme en lo que sea; Dios ha mostrado su poder y me muestra de que en Él se pueda confiar en donde sea que Él nos lleve.

De Puerto Rico a Alaska; muy alejado de mi tierra estoy y aunque se me forman nudos en mi garganta cuando el recuerdo de mi isla azota mi memoria, sé que algún día volveré, aunque sea por un tiempo, aunque sea por un día o aunque sea por un momento, lo que dure un sueño o una mirada perdida en una fotografía pasada en mi isla. Espero que aquí no me encentre la muerte.

2 responses to “De Puerto Rico a Alaska”

  1. jajajajajajaj a todos nos pasa eso cuando ya pasamos los 20 y estamos lejos de nuestro pais, no importa el lugar dode estemos cuando Papa mande por nosotros, pero tambiem El nos concede las peticiones de nuestro corazon, por ahora calientate con el calor de su Espiritu Santo….; )

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  2. Q Dios te siga protegiendo y muchas bendiciones de esta poncena

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