El ambiente político es tóxico. Ya no se discuten ideas ni se ven debates respetuosos. Todo lo que dice el partido contrario se juzga como automáticamente erróneo, aunque sea algo bueno y correcto. La política se concentra en ataques personales y en sacar a la luz lo más lodo posible para destruir el carácter y la reputación del contrincante. Los intereses del pueblo ya no se mencionan; no son prioridad. La prioridad es la destrucción del contrincante y el mantenimiento del poder y las riquezas que acompañan dicho poder.
Nuestro actual presidente, Donald Trump, abiertamente confiesa que es cristiano y muchos evangélicos, algunos de gran renombre, lo han apoyado públicamente. Mas aquí tengo que expandir en mi preocupación, ya que esta cultura de la crítica y los ataques personales se ha infiltrado aún, en muchas de nuestras iglesias.
Entiendo que el Presidente Trump es constantemente atacado por la prensa; mas ésta ha sido la realidad de todos los presidentes, especialmente en los últimos 30 años. No hay nada malo con la crítica constructiva y los debates inteligentes y lógicos; pero lo que vemos hoy día es una constante falta de respeto a nuestros líderes y, en este caso, una constante disminución de la dignidad de dicha oficina a manos del mismo Donald Trump. Sus ataques de medianoche a través del medio social “Twitter” contribuyen grandemente a la propagación de esta cultura de crítica y ataques personales.
Si el presidente quiere defender sus puntos y su agenda política utilizando a Twitter para corregir malos reportes de la prensa, lo apoyo en dicha causa. Mas estos insultos personales, atacando apariencias físicas de mujeres y hombres, son respuestas infantiles, especialmente para un hombre de Dios. No hay absolutamente nada en la biblia que justifique que un llamado hombre de Dios, responda ha insultos con más insultos. Primera de Pedro 3:8-10 nos dice,
8 Finalmente, sed todos de un mismo sentir,
compasivos, amándoos fraternalmente,
misericordiosos, amigables;
9 no devolviendo mal por mal,
ni maldición por maldición,
sino por el contrario, bendiciendo,
sabiendo que fuisteis llamados
para que heredaseis bendición.
10 Porque:
El que quiere amar la vida
Y ver días buenos,
Refrene su lengua de mal,
Y sus labios no hablen engaño;
11 Apártese del mal, y haga el bien;
Busque la paz, y sígala. (RVR 1960)
En la Iglesia, por otros lado, se siguen levantando grupos que también se han infectado con esta cultura de crítica y ataques personales. Todo lo que escriben constantemente apunta a lo que está malo con este o con aquel, con esto o con aquello. No digo que estamos llamados a ignorar a los falso profetas y maestros y a dejarlos predicar y enseñar en nuestras iglesias. Tenemos que exigir fundamento bíblico en lo que muchos de estos pastores están predicando y, si no es bíblico, rechazar sus enseñanzas. Mas no olvidemos que tenemos una responsabilidad de hacer discípulos, de predicar el evangelio, de ganar almas para Cristo, de hablarle al mundo del amor de Dios, del pecado y de la salvación que solo se encuentra en Cristo Jesús.
Lo que quiero decir es que nos hemos concentrado tanto en criticar, que nos hemos olvidado del Mensaje y de la encomienda que tenemos como cristianos. En Mateo 24 la Biblia nos describe la cultura de los últimos tiempos y el aumento de los falso profetas. Nada de lo que pasa hoy nos debe tomar por sorpresa. La Biblia nos dice como manejar estos falso profetas, mas también nos dice de evitar contiendas. En Segunda de Timoteo 2:23 el Apóstol Pablo le dice a Timoteo, “Pero desecha las cuestiones necias e insensatas, sabiendo que engendran contiendas.” (RVR 1960)
Le quiero pedir perdón a todos por las muchas veces que yo mismo he caído en cuestiones necias e insensatas. Les quiero pedir perdón porque en lugar de producir fruto de amor, produje fruto de contienda. No ignoro, bajo ninguna circunstancia, las obvias falsa doctrinas y las malas representaciones de Dios y de la Iglesia de Cristo; pero el Cristiano está llamado a amar, aún a sus enemigos. En ese amor es en donde he recibido la convicción de mi fracaso. Quiero amar como Cristo, caminar como Cristo y hablar como Cristo. Obviamente, estoy en este proceso; pero le pido a Dios que por encima de todo, nos enseñe a amarlo a El y a amarnos los unos a los otros; aún a los que nos odian.