Sigues tu propia sabiduría cuando minimizas la autoridad de la Palabra de Dios; cuando lo que arrogantemente estableces como verdad no tiene fundamento en la misma. Tu opinión y la mía no tienen ningún tipo de valor; son putrefacción, excremento y pestilencia que eventualmente desvían, lastiman y hacen tropezar a otros. Eso se debe a que nuestras opiniones, tal y como nosotros mismos, son imperfectas. Proverbios 3:7 nos dice, “No seas sabio en tu propia opinión; Teme a Jehová, y apártate del mal…” (RVR1960).
Es completamente apropiado, cuando escuchas a un predicador o maestro de la Palabra, preguntarle, eso que acabas de decir, ¿Dónde está en la Biblia? Si se ofende es un carnal, ciego y arrogante predicador, el cual se coloca él o ella al centro de su mensaje y no Jesucristo. Huye de semejantes congregaciones. Históricamente, lo primero que el diablo trata de eliminar de la vida del Cristiano es la autoridad de la Palabra. Esa es la forma más lógica y fácil de apartarnos de la verdad. Jesucristo nos dice, “…Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; 32 y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” Juan 8:31-32 (RVR1960).
Hermanos, es imposible madurar como Cristianos sin una vida de oración y devoción al estudio de las Escrituras. De hecho, la Biblia nos manda a crecer en gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo (2 Pedro 3:18). Un cristiano que no honra la Palabra es un inmaduro o, peor aún, tan siquiera es cristiano. Esto no se trata de denominación o de edificios, se trata de principios básico y no negociables de nuestra fe. Cuestiónalo todo, sino está en la Palabra, no lo aceptes como doctrina.
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