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La Soledad en el Creyente


Conocí una señora que está pasando por un divorcio y tiene un hijo de ocho años.  Ella recientemente se mudó para Arizona. Asumí que no conocía a mucha gente y la invité a mi casa para Acción de Gracias para que conociera a mi esposa y compartiera con nuestra familia en Cristo. La Señora es de la India, no es cristiana y parece ser de un ala liberal. Para mi sorpresa ella me dice que hay una fuerte comunidad de persona de la India en Arizona y que ellos se han conectado a través de las redes sociales. En Acción de Gracias “muchos” de ellos se van a reunir a cenar “juntos”. Tengo que ser honesto, sentí celo de que esta señora, no creyente, con muchos otros no creyentes, tienen un sentido de comunidad mucho más fuerte que sectores en el Cuerpo de Cristo.

Como Iglesia no estamos llamados a cambiar el mundo; el mundo está perdido y seguirá perdido hasta que Dios le ponga final (Apocalipsis 18:17). No entendemos que, aunque estamos en este mundo no somos parte de este (Juan 15:19). El problema es que no sabemos nuestras prioridades, ¿Cómo vamos a, efectivamente afectar la comunidad que nos rodea, si nosotros mismos no somos una familia, si nosotros mismos no somos una comunidad de creyentes? 

Muchas veces venimos a Cristo y nos sentimos solos; nuestros amigos no cristianos ya no quieren pasar tiempo con nosotros y, si verdaderamente somos cristianos, tampoco deberíamos desear pasar tiempo con ellos con sus borracheras y vulgaridades. El problema y la razón por la cual nos sentimos solos es porque la Iglesia no tiene un sentido de familia y comunidad. Si esta señora de la India se convierte en cristiana, ¿pasará Acción de Gracias con muchos de sus hermanos en Cristo? Me temo que no.

Hermanos, al convertirnos en cristianos se supone que 1) adquirimos una nueva ciudadanía (Filipenses 3:20), 2) adquirimos una nueva familia (Mateo 12:46-50) y 3) adquirimos una nueva comunidad. Efesios 4:1-6 sella este punto cuando nos dice,  

Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos. (RVR1960)

¿Cuál es esta vocación a la cual fuimos llamados?

  1. Soportarnos con paciencia los unos a los otros en amor.
  2. Solícitos en guardar la unidad del Espíritu.
  3. Estar en paz los unos con los otros.

Pablo nos ensena que nuestra vocación se enfoca en nuestro llamado a:  

4. Una misma esperanza.

5. A servirle a un Señor; un Dios y Padre de todos.

6. Una Fe 

7. Un bautismo 

En el último mensaje de Cristo El nos dice, 

Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;  20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. Mateo 29:19-20 (RVR1960)

Esta es la sencillez y complejidad de nuestra vocación. En la medida en que nosotros mantengamos nuestro compromiso a esta vocación será la medida del cambio en nuestras vidas, nuestras familias y, nuestra comunidad como creyentes. Hay muchos que luchan por diferentes causas; la sencillez de mi llamado es enseñar a la Iglesia a ser familia; es solo en la estructura familiar que podemos llevar a cabo la gran comisión del discipulado.

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