Es muy fácil impresionarse con talentos, con edificios, números, dinero, prestigio, educación, etc. El ministerio está llamado a ser efectivo en ayudar a otros; mas muchas veces nos encontramos con una ineficiencia difícil de explicar. 

La persona a la cual vamos para que nos ayude con alguna enfermedad física o algún problema emocional parece estar preparada, parece tener buena educación y las certificaciones necesarias; aún los pastores parecen conocer las Escrituras, predican bien y sus consejos son buenos, etc. pero algo falta, eso es, la bendición de autoridad de Cristo. 

Claro que hay casos en donde la persona buscando ayuda no está muy envuelta en traer esos cambios a su vida y espera que todo el trabajo sea hecho por el consejero o pastor, pero en este artículo quiero enfocar que hay un aspecto entre nosotros los pastores que no podemos ignorar y ese es el aspecto moral que limita que la autoridad de Cristo fluya en sus vidas. Santiago 5:16 nos dice,

Por tanto, confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros de manera que sean sanados. La ferviente oración del justo, obrando eficazmente, puede mucho. (RVA-2015)

La parte más difícil de una persona que está buscando ayuda es la confesión de pecados; es algo bochornoso. Tienen temor de ser juzgados, de perder amigos, de perder su matrimonio, etc. Mas no hay otra forma, en un momento dado, si somos serios referente a cambios en nuestras vidas tenemos que confesar esos pecados que cometemos en nuestros lugares secretos. Mas no podemos confesarle esos pecados a la primera persona que vemos. Podemos ser de tropiezo a una persona inmadura o recibir un consejo incorrecto. En algunos sectores de la Iglesia todo se pone bajo la justificación de que “bueno, esos son asuntos de carne, Dios entiende”. 

Debemos entender que, aunque sí hay una batalla en contra de la carne; tenemos todas las herramientas para ganar dichas batallas. Pablo nos dice en Primera de Corintios 6:12 “Todas las cosas me son lícitas, pero no todo me conviene. Todas las cosas me son lícitas, pero yo no me dejaré dominar por ninguna.” (RVR-2015) Pablo nos deja saber que como cristianos tenemos el poder en Cristo para no dejarnos dominar por nada. Batallar no es lo mismo que dejarse dominar.

Regresando a Santiago 5:16, es claro que tenemos que confesar nuestros pecados, pero esos pecados se confiesan a una persona justa; esto es una persona madura en Cristo, una persona con temor de Dios en sus vidas. “…La ferviente oración del justo, obrando eficazmente, puede mucho.” Cuando una persona con fe y lista para hacer cambios busca ayuda departe de una persona justa, los resultados son milagrosos. 

Dios está creando esa clase de conciencia en muchos de nosotros los pastores. En un momento dado impresionábamos a la gente con nuestros talentos; predicábamos y ensenábamos muy bien a una congregación, pero descuidábamos la condición espiritual de nuestras familias y, peor aún, manifestábamos nuestra hipocresía comprometiendo nuestra propia condición espiritual en nuestros lugares secretos. Dios nos está disciplinando, trabajando con nosotros primero, con nuestra intimidad con El y con nuestra relación con nuestras esposas e hijos. Esta es la prioridad divina; ese es el enfoque del hombre y la mujer justa, preparados para proveer ayuda eficaz y efectiva. 

Más que cualquier deseo por edificios, por avivamientos y por grandes congregaciones, el deseo del pastor debe ser el ser justos, por amor a Dios y por amor a SU Iglesia. ¡Ayúdanos Señor!


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