La Biblia nos habla de lo que es un tiempo de vida completo y de lo que es la muerte prematura. Hubo tiempos en donde el ser humano duraba cientos de años. Nuestros días fueron acortados luego a 120 años debido al pecado (Génesis 6:3) Luego, también por nuestros pecados, nuestro tiempo en este planeta fue acortado una segunda vez. El Salmo 90:10 nos dice, “Los días de nuestra edad son setenta años; Y si en los más robustos son ochenta años…” (RVR 1960)
El vivir vidas desordenadas, la mala alimentación, el fumar, el consumir drogas y alcohol, el vivir vidas sedentarias y otros factores, contribuyen a nuestras muertes prematuras. En el centro de la descripción de trabajo del diablo está el matarnos prematuramente (Juan 10:10). También es notable en la biblia que la falta de respeto a los padres tiene el poder de también acortar nuestros días de acuerdo con Éxodos 20:11.
De todas formas, vidas largas o no, la muerte es segura. La pregunta es, ¿estamos preparados para morir? El Coronavirus ha demostrado el terror que los humanos le tenemos a la muerte. Personalmente, yo no quiero morir, siento que todavía tengo mucho que hacer y tengo mucho que ver. Mas debo decir que estoy preparado para morir, no por mi propia justicia, no porque sea bueno o perfecto, más porque Cristo salvó mi alma y, a través de su sangre, mis pecados, mis transgresiones e iniquidades han sido perdonados.
La pregunta más importante que un ser humano puede hacerse es, sin duda ¿estamos preparados para la muerte? La muerte no es un boleto directo para vivir eternamente con Dios. Parece ser que siempre que muere alguien decimos, “está en un mejor lugar.” Mas eso no es necesariamente así. Cuando morimos sin Cristo nuestras almas se van derechito al infierno en donde serán atormentadas por toda la eternidad (Lucas 16:22-23). De ahí pasan al Lago de Azufre, el cual es el destino final para todos los que murieron sin Cristo (Apocalipsis 20:14).
Para estar preparados para nuestra muerte tenemos que 1) arrepentirnos ante Dios de nuestros pecados (Mateo 4:17), 2) creer en el señorío, sacrificio y resurrección de Cristo y, 3) tenemos que hacer confesión con nuestra boca de lo que Cristo hizo en nuestros corazones. Romanos 10:9-10 nos dice,
que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. 10 Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. (RVR1960)
Tenemos que señalar que la salvación no es una decisión que tomamos para Cristo; eso es un error doctrinal. Si fuera una decisión, la salvación estaría en nuestras manos. Lo cierto es que no tenemos la capacidad de salvarnos a nosotros mismos; la salvación es obra exclusiva de Dios. Efesios 2:8-9 nos dice,
Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9 no por obras, para que nadie se gloríe. (RVR1960)
Si leyendo este artículo sientes que tu corazón está sintiendo cierto grado de convicción es probable que Dios quiera salvarte ahora mismo. Somos salvos porque hemos experimentado el nuevo nacimiento. En Juan 3:3-6 Cristo dice,
Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.4 Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? 5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. 6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. (RVR1960)
El ser humano es tres en uno. Somos espíritu, alma y cuerpo. Primera de Tesalonicenses 5:23 nos dice, “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.” (RVR1960) Cada uno de los aspectos de lo que somos como humanos tiene funciones específicas que discutiremos en otros artículos. La parte de nosotros que nace de nuevo no es el cuerpo; lógicamente no regresamos al vientre de nuestras madres. Tampoco es el alma; el alma entra en un proceso de restauración. En el alma están nuestra mente o formas de pensar, nuestra toma de decisiones y nuestras emociones. Del alma emana nuestra personalidad. Dios, poco a poco, nos va cambiando; por lo que el cambio en nosotros es un proceso.
La parte que nace de nuevo en nosotros es el espíritu. El espíritu es la parte mas profunda del ser humano. Hay dos características muy importantes que emanan del espíritu, 1) del espíritu sale nuestra expresión de amor y admiración mas profunda en el ser humano… la adoración (Juan 4:24). Todo aquello a lo cual le ofrezcamos adoración fuera de Dios se convierte en idolatría. La idolatría sale de nuestros espíritus y es, después de la blasfemia al Espíritu Santo, el pecado más severo que puede cometer un ser humano. El espíritu de los impíos esta contaminado severamente con idolatría; por eso es por lo que el espíritu tiene que nacer de nuevo.
La segunda característica del espíritu en un cristiano que ha nacido de nuevo es que el espíritu en nosotros es la única parte en nuestra trinidad que está dispuesta a seguir a Dios. En Mateo 26:41 Cristo nos dice, “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.” (RVR1960) El espíritu en nosotros quiere hacer lo correcto; muy contrario a la carne, la cual se opone a Dios en todo (Gálatas 5:17).
El cristiano anhela estar con Dios y no le tememos a la muerte. Queremos cumplir nuestro propósito en este mundo, pero sabemos que nos espera un mundo mucho mejor. El cristiano toma la actitud del Apóstol Pablo y, con estas palabras termino,
Porque sé que por vuestra oración y la suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi liberación, 20 conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte. 21 Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. 22 Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger. 23 Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; 24 pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros. Filipenses 1:19-24 (RVR1960)
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