La santidad es un tema controversial. Básicamente Santidad significa: “Separados para Dios. Es vivir vidas de acuerdo a las formas de Dios y no de acuerdo a las formas del mundo”.
Los llamados Aleluyas, como le decíamos en Puerto Rico a los Pentecostales, espantaron a muchos con sus formas de expresar la necesidad de la santidad en la vida del Cristiano. Mas a pesar de muchas contradicciones y errores en sus doctrinas, la santidad es real e importantísima delante de Dios.
Hoy en día tenemos un libertinaje en las Iglesias protestantes en donde todos quieren ser Cristianos y al mismo tiempo hacer lo que les da la gana. En el nombre de, nadie es perfecto y no me juzgues, tenemos Cristianos viviendo dobles vidas. Romanos 12:1-2 nos dice:
“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”
La santidad es la forma máxima de expresar nuestra adoración a Dios. La adoración no es cantar canciones o ir a la Iglesia todos los Domingos, o aún servir en ministerios. La adoración es la búsqueda, en nuestros corazones, de vivir vidas que agraden a nuestro Padre Celestial. El abrazar el proceso de santidad en nuestras vidas es la máxima expresión de nuestro amor a Dios. No podemos vivir vidas santas bajo nuestras propias fuerzas, pero debemos tener corazones que desean la santidad. La santidad nos fuerza a no conformar nuestra forma de pensamiento de acuerdo a los gritos de la cultura y las demandas de la sociedad, mas única y exclusivamente, de acuerdo a lo que Dios establece como aceptable.
Hermanos, sin la santidad nunca podremos saber cual es la voluntad de Dios para con nuestras vida, sin la santidad, literalmente, vivimos vidas sin propósito. Mucho más se puede decir de este precioso tema, mas con estas palabras es mi intención el provocarte a que verdaderamente le des tu vida a Cristo. ¡Bendiciones!